"Alejandro, "El unificador de Grecia"

jueves, 14 de febrero de 2008


Se que muchos se preguntaran porque subo a mi Blog fragmentos de libros, la razón es muy sencilla.

Lo que pasa seque hace mucho tiempo este pechito tenia un conflicto interno ni el berraco, (pero eso es harina de otro costal, que les contare mas adelante) no sabia que hacer, quería meter la cabeza en la tierra como el avestruz (de hora warner), en fin me sentía como un culo, el caso es que por casualidad encotre una pagina en Internet donde hablaban de Alejandro Magno (Uno de mis Héroes) y al leer todas estas historias sobre el y su gran amor, la piel se me erizaba y mi mente me transportaba inmediatamente a esa época, todas esas letras fueron mi portal para huir da la dura realidad que me perseguía en ese momento, por eso cada ves que puedo las vuelvo a leer, porque fue mi medicina.
Por esa razón lo publico, quiero que siga siendo parte de mi.


Fragmento de "Alejandro, "El unificador de Grecia" de Gisbert Haefs

Alejandro bajó a toda prisa y se detuvo bajo el pórtico para observar al nuevo huésped sin atreverse a dirigirle la palabra.
De repente, un patadón más fuerte mandó la pelota a rodar justo entre sus pies. El niño la recogió y los dos se encontraron frente a frente.
-¿Te gustaría jugar a la pelota conmigo? Con dos se juega mejor. Yo disparo y tú la coges.
-¿Cómo te llamas?- preguntó Alejandro.
-Yo Hefestión, y tú?
-Alejandro.

-Entonces vamos, ponte allí, junto a la pared. Yo tiraré primero y si atrapas la pelota tendrás un punto, luego tiras tú. En cambio, si no la paras el punto lo habré ganado yo y podré tirar otra vez. ¿Entendido?

Alejandro hizo un gesto de asentimiento y se pusieron a jugar, llenando el patio con sus gritos. Cuando estuvieron agotados de cansancio y chorreando sudor, pararon.
-¿Vives aquí? -preguntó Hefestión al tiempo que se sentaba en el suelo.
Alejandro se sentó a su lado.
-Claro. Este palacio es mío.

-No me vengas con cuentos. Eres demasiado pequeño para tener un palacio tan grande.
-El palacio es también mío porque es de mi padre, el rey Filipo.
-¡Por Zeus! -exclamó Hefestión agitando la mano derecha en señal de admiración.
-¿Quieres que seamos amigos?
-Por supuesto, pero para hacerse amigos es preciso intercambiarse una prenda.
-¿Qué es una prenda?
-Yo te doy una cosa a ti y tú me das otra a mi a cambio.
Se hurgó en el bolsillo y sacó un pequeño objeto blanco.
-¡Oh, un diente!
-Sí -silbó Hefestión por el hueco que tenía en el lugar de un incisivo-. Se me cayó la otra noche y a punto he estado de tirarlo.
-Tómalo, tuyo es.

Alejandro lo tomó y se quedó confuso al no saber qué darle a cambio. Rebuscó en los bolsillos, mientras Hefestión permanecía erguido delante de él esperando con la mano abierta.
Alejandro, al no contar con ningún regalo de la misma importancia, dejó escapar un largo suspiro, tragó saliva y a continuación se llevó una mano a la boca y se cogió un diente que le bailaba desde hacía unos días, pero bastante sujeto aún.
Comenzó a sacudirlo con fuerza hacia delante y hacia atrás, conteniendo las lágrimas de dolor, hasta que se lo arrancó. Escupió un coágulo de sangre, luego lavó el diente bajo la fuente y se lo entregó a Hefestión.

-Aquí tienes –farfulló- Ahora somos amigos.
-¿Hasta la muerte? -preguntó Hefestión, echándose al bolsillo la prenda.
-Hasta la muerte -replicó Alejandro.



Alejandro y Hefestión siguieron andando, mudos, hasta llegar al río, siguieron corriente arriba, por la orilla y, al llegar al punto donde la arena y el campo dejaban paso al cañaveral, Alejandro se detuvo, se dio la vuelta y miró hacia atrás.
-Eso- dijo con voz ronca.
Una sonrisa lenta, apática, se dibujó en el rostro de Hefestión.
-Ese es el acto del que somos consecuencia.

Alejandro no lo miró.
-¿Lo que hacen los sementales... lo que hicieron tus padres, mis padres... es diferente si sólo lo hacen los hombres, como Aquiles y Patroclo?
-No mucho, creo... Aquiles. -Hefestión lo observó sus ojos su boca; después se quitó el taparrabos y se metió al agua.

Alejandro se quedó en la orilla, como ensimismado.
-¿Tal vez es más limpio?
Hefestión torció el gesto.
-¿Por qué lo crees?

-No hay niños por los que discutir. No hay berridos. No hay celos..
Los espartanos siempre han afirmado que es más limpio. Y Epaminondas dijo de la tropa sagrada de Tebas que eran invencibles porque ningún enemigo puede abrirse paso entre una pareja de soldados, pues son como una pareja y uno ha cogido el alma del otro.
Alejandro asintió lentamente; se quitó el taparrabos y lo arrojó sobre el último trozo de arena.
-¿El alma?- preguntó con voz casi inaudible-. Tal vez sea cierto que está en el semen.
Hefestión lo miró atentamente; volvió a recoger agua con las manos y se la echó en la cara, pero a pesar de la frescura del agua su rubor era cada vez más evidente. Se quedó un momento con el pulgar en la boca. Luego rió y estiró el brazo.
-Ven. Vamos a lavarnos.

Aristóteles no se preocupaba por las experiencias eróticas de sus alumnos, siempre y cuando tuvieran lugar fuera del ninfeo. Sus ideas sobre el progreso y las cualidades helenas, expresadas en largas conversaciones casi siempre en la galería, aunque muchas veces también en el bosque, parecían implicar una cierta permisividad, como mínimo de la relación educativa, arquetípica, entre imberbes y adultos; por lo demás, se abstenía de hacer cualquier valoración. Habló de las prácticas de los cretenses, que, al parecer, en tiempos remotos habrían recurrido el amor con muchachos para atenuar la sobrepoblación de la isla. Habló de la iniciación en todo tipo de misterios, y mencionó con burla a Jenofonte, quien consideraba corrosivo y antinatural el amor con muchachos y también entre hombres.

-¿Antinatural como los versos, templos o arados? Estas cosas tampoco existen en el reino animal y los seres humanos no nacen con ellas. En realidad no podemos decir nada sobre la naturaleza del ser humano, cuya larga historia no es más que el alejamiento, el desprendimiento de la naturaleza y la lucha contra ella. ¿Qué es más antinatural que cortarse las uñas o afeitarse la barba?

Pitia (mujer de Aristóteles) una tarde le entregó a Alejandro una carta de Olimpia. Es una carta larga escrita por una mujer muy aguda ideas inteligentes sobre la convivencia de hombres y mujeres, hombres y hombres, mujeres y mujeres. Dice que nada es indecente ni reprochable, mientras no haga perder de vista las cosas importantes. Es muy común que un hombre ame a un hombre o una mujer a una mujer. Así es entre los helenos y también entre los bárbaros. Persas y celtas por ejemplo, son especialmente aficionados a hacer el amor con adolescentes. La mayoría de los helenos aman tanto a hombres como a mujeres. Quizá incluso en ese orden.
-Me ha pedido que te diga que es amar a quien quieras y que no por ello perderás el amor de tu madre, siempre y cuando tengas en cuenta que el hijo de un rey ha de dar ejemplo y debe tener descendencia.

Alejandro asintió con la cabeza.
-¿El amor de mi madre? -Su cara estaba tan relajada como su voz; era o si estuviese hablando del viento, de la madera, del agua-. Sí, ya, el amor de mi madre. Puede dejar de preocuparse; sé perfectamente qué le debo a Macedonia. A Macedonia, no a Olimpia. El hijo de un rey y una debe honrar a sus padres, incluso sin amor, de ser necesario. Olimpia siempre me ha dicho qué y cómo debo pensar, decir, hacer, vestir, comer. No me dirá a quién y por qué debo y puedo amar, o a quién no.

2 comentarios:

JP dijo...

Ey!!!!!!!!!!!

Snif...BBBBBBBBBBBBBBBUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Yo iba a usar esa imagen en un blog mio!!!!!!


BBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBBUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

Monchis dijo...

Hola Jako,

Cuando leo este fragmento que hace alusión a la cultura Griega, me viene a al mente que todo este entuerto que tenemos en nuestros tiempos con respecto a la sexualidad es una cuestión meramente cultural.

Puede ser que uno se considere una persona relativamente liberal y de mente abierta, sin embargo vivimos inmersos en una cultura que ha cultivado durante siglos las tradiciones cristianas con su concepción pecaminosa del placer y el sexo.

En fin, sigue siendo vigente que de los Griegos, los antiguos fundadores de nuestra civilización que fueron aún tenemos mucho que aprender aunque hayan pasado mas de dos mil años.

Saludos,